viernes, 6 de mayo de 2011

Proclama


Proclama "La Colombiana"


“A las personas de mi sexo: 

Ilustres Cartageneras: Enternecida hasta lo extremo por los padecimientos que una falsa opinión os causa, yo me atrevo en lo más profundo de mi dolor, a dirigiros mis voces fraternales, y que muchas veces regaré con mis lágrimas. Cuando la opinión general es de que las mayores enemigas de la más justa causa son las mujeres; cuando al acercarse los opresores de la América veo a las autoridades tomar medidas de precaución contra este sexo débil, apercibiendo a unas, desterrando a otras; y cuando en las más distinguidas sociedades oigo declamar contra vosotras por desafección al gobierno, la vergüenza cubre mi rostro, y yo querría no haber nacido o, ¿a lo menos, no pertenecer a este sexo encantador? Pero no pudiendo deshacer lo que una vez decretó el Ser Supremo, yo os seguiré en vuestros extravíos, os haré sentir, diversamente que lo han hecho los sabios papeles que se han dado a luz, la justicia de nuestra causa y que lejos en disgustar al gobierno con nuestra conducta debemos auxiliarlo con nuestro influjo. Sí, con este imperio que nos ha dado la naturaleza sobre los corazones más fieros. Y en caso de que mis esfuerzos no consigan excitar en vuestros pechos los sentimientos de patriotismo que os corresponde; a lo menos tendré la satisfacción de que se diga en desagravio del sexo, que no son todas Argolleras; pues que también hay entre las mujeres de Cartagena quien conozca los derechos de la América, y quien desea su independencia.

Poned, compañeras, en movimiento esa dosis tan grande de sensibilidad, que puso la naturaleza en vosotras, para que puedan mis frías razones levantar vuestro espíritu y que libre de la ilusión que os fascina, os dediquéis a haceros amables por vuestro amor a la Patria, y vuestra estimación a sus defensores. ¿Por qué fatalidad queridas compañeras os habéis dejado seducir, abrigando en vuestros pechos ideas contrarias a la libertad de la América? ¡Qué! ¿Vuestros padres, vuestros hijos, vuestros esposos y vuestros tiernos amantes valen tan poco, para qué los sacrifiquéis a sus fieros enemigos? ¡Ah! Cómo puedo yo creerlo. A mí que solo el pensarlo me hace temblar la mano, y casi desfallecer; ¿Podrá caberme en el pensamiento que vosotras impávidas veréis asesinar al caro objeto de vuestros amores? Lejos sea de mí una idea tan opuesta a vuestra apacibilidad, y ternura. Solo la seducción puede corromper vuestros corazones para que suponiendo injusta la causa en la América os apartéis de vuestros deberes. Sí, esta seducción infame que la vemos obrar de diversos modos, pero más particularmente en la nobleza antigua; y en el abuso que se hace de la religión. Sí, es en el Santuario mismo en donde sacerdotes indignos de serlo, en lugar de formar vuestras almas para el cielo, las pierden, haciéndoos concebir que no se puede servir a Dios; sino bajo el duro yugo de un Rey. Blasfemia horrorosa.


Mas yo os desengañaré bien pronto, el ejemplo es el argumento más convincente de todos.La antigua nobleza se cree degradada con la independencia americana. ¡Qué error! La nobleza es el sello de la virtud y buenas acciones, no es una clase particular de seres que Dios ha criado separadamente. ¿Y os supondréis que la América no tenga hombres virtuosos ni capaces de buenas acciones, sino que esto es solo reservado a la dura España? ¿Qué? ¿El qué la América sea libre os obliga a que os caséis con gente del color? El color es efecto del clima. Adán fue nuestro común padre. ¿No sois pues libres para elegir los colores? ¿Qué queréis? ¿Qué gravite sobre vosotras el peso de la Real pragmática por la que no podríais disponer de vuestro corazón; sino que lo habríais de sujetar a las miras orgullosas del gabinete español, obligándoos a tener un esposo a quien no amáis y aunque muy noble muy prostituido? ¿Cuántas veces no habríais querido abjurar vuestra nobleza para vivir feliz con un objeto, que robó al primer golpe vuestro corazón? Ahora sois libre, podéis escoger entre los [honorables ciudadanos] del Estado aquel, que siendo virtuoso, llene más vuestro corazón; ¿Qué más placer compañeras? ¿Qué bienes nos puede mandar la España que equivalga a esta felicidad? ¡Ah! yo no puedo contener las lágrimas cuando contemplo este espacioso campo donde pueda perecer mi corazón.


¡Tiempos felices! Transformación asombrosa, [dichosos] vosotros, ¡Oh Héroes! que la promovisteis. ¡Algún día vuestros esfuerzos y trabajos serán coronados por las manos de vuestras bellezas, de esas mismas que ahora alucinadas no conocen el beneficio!


¿Más adonde me distraigo?


Ya es tiempo que sin faltar al respeto y decoro que se merece nuestra religión sacrosanta os saque de ese laberinto con que el abuso, de cuatro ignorantes ha embrollado vuestro entendimiento conduciéndolo al más alto punto de fanatismo. ¡Cuántas veces no habréis pedido en el augusto sacrificio de la misa por la prosperidad de un Rey, que en su triunfo degollará a vuestros propios hijos! ¡Cuántas no desearéis que los enemigos aprovechen todos sus tiros en nuestros conciudadanos! ¡Una Argollera se animó a expresarse de ese modo, así se les trastorna la cabeza! ¿Cuántas no desearéis acabar con vuestras propias manos a todos los patriotas creyéndoos otra Judith? A tales yerros os arrastran aquellos que abusan de vuestra candidez e inocencia. ¿Mas con qué razones podré yo tranquilizar vuestras conciencias, y haceros amantes de la causa más santa que jamás se ha defendido? Yo no tengo ningunas que puedan ser más eficaces que presentaros como corifeos de nuestra revolución a los Marimones, a los Revollos, a los Echagarais, a los Sotomayores, a los Padillas y como a sus más acérrimos defensores a los Torres, Barraganes, Figueira, Gómez, Salgado, Romero, y una infinidad de ministros del Santuario sabios y ejemplares. Comparad a estos con esa caterva de sanguijuelas.Cobraba un protestante a un clérigo cierta cantidad de dinero que le debía: –Yo os la diré en misas– Contestó el clérigo;-¿Siendo yo protestante en que me aprovecharán las misas?– Le dice el acreedor-–No le hace, – Responde el clérigo, – Siempre te servirán cuando te mueras–. Tales son, como este, los pregoneros de los siervos de Fernando, guardaos de ellos compañeras.


Que a mi entender la religión que profesan solo se ocupan en alucinaros; y decidme, ¿De qué lado caerá la balanza? ¿Creeréis que estos hombres ilustrados obren contra el testimonio de su conciencia, sosteniendo de mala fe, una causa que ataque a Dios y a sus preceptos? No compañeras. Ellos saben mejor que nosotras en que consiste la verdadera religión, que cosa es un Rey y cuáles los derechos de un pueblo. Es verdad que una multitud ignorante supone en un Rey una segunda divinidad, pero cerrad vuestros oídos a ésta porción seducida y estad siempre atentas a la conducta de los más instruidos. Uno de estos sabe más que mil ignorantes, y vosotras siempre acertareis con semejantes guías; ¡Oh! Y si yo tuviese la dicha de despreocuparos y de cual libres de las falsas ideas que nuestros enemigos han cuidado de infundiros os dedicareis a favorecer las miras del gobierno con vuestro influjo poderoso. ¡Cuál sería mi placer!


Sí, ilustres Cartageneras, sexo adorable, y hasta ahora poco considerado por vuestros extravíos, oíd la voz de una compañera: Ya es tiempo de que volviendo en vosotras paguéis a la Patria con usura los auxilios con qué hasta ahora la habéis escaseado: Podamos nosotras decir: ‘La Patria nos debe también una parte de sus triunfos’, qué la educación de vuestros hijos sea toda para la Patria; Que vuestros esposos y vuestros amantes conozcan que sólo os agradan cuando sirven a esta Patria amada, y vosotras calculáis su mérito por el número de sus patrióticas acciones. ¿Con qué noble entusiasmo no se arrojará un joven al enemigo sabiendo que su triunfo será inmediatamente celebrado por su beldad en las más brillantes tertulias, dando celos a las demás compañeras? ¡De qué consuelo no quedará llena una madre cuando pueda decir a sus hijos: ‘Vuestro padre murió en tal acción, en que se disputó la salud de la República’! ¡Ah! Acordaos de aquella espartana que escribía a su hijo que se había salvado de una batalla: ‘Corren muchos rumores acerca de vuestra conducta; hacedlos cesar, o cesad de vivir’. De la otra a quien se le decía: ‘A vuestro hijo lo acaban de matar sin haberse separado de su fila, y al punto  respondió: ‘Que lo entierren y que pongan a su hermano en su lugar’. Y de aquella finalmente que esperando en el arrabal la noticia del combate, llega el correo: Le pregunta.–‘¡Vuestros cinco hijos han perecido!–No es esto lo que yo te pregunto: ¿mi Patria tiene algo que temer?– ¡Ella triunfa!–– Muy bien; yo me resigno gustosa en mi perdida’. Yo bien conozco que vuestra educación no es la de una espartana y que vuestra sensibilidad no podrá imitar ejemplos tan bizarros. Pero a lo menos tomad de nuestra cuenta premiar a vuestros guerreros y a los que por sus desvelos salvan la Republica. Que en vuestras sociedades sea más distinguido quien sea más benemérito a la Patria; que las victorias de nuestros Héroes sean celebradas por vosotras, que el sepulcro de los bravos que mueran en el campo del honor sea regado de vuestras lágrimas, y que la urna que encierre sus cenizas sea coronada de guirnaldas que vosotras mismas habréis fabricado con vuestras propias manos. ¡Ah! ¿Y qué no os deberá entonces la América? ¿Qué nueva revolución no haréis en el espíritu de todo americano? ¡Pueda yo tener este consuelo! Pueda yo ver en las listas de las Angulos, de las Vegas, González, Alcántaras, Ayos, Navarros, Torices, Narváez, y demás Patriotas a todas las de mi sexo, y que aniquilado, si es posible, el odioso nombre de Argolleras, con que ahora se nos insulta, le remplace el de Colombianas, título que equivale ya al de Patriotas o Cartageneras.Agosto 13 de 1815. 5°

La Colombiana.
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“Real Academia de la Historia, Madrid, Fondo Pablo Morillo, Conde de Cartagena, Sección General, signatura  9-33, 7649 a, folios 10-11, Año 1815” 
Transcrito por Francisco Hernando Muñoz Atuesta, miembro correspondiente nacional de la Academia de la Historia de Cartagena de Indias.
 -Colombia existió en el corazón de los cartageneros años antes a su creación- 
Texto registrado ante DNDA